FERNANDO MAESTRE

martes, agosto 22, 2006

MIEDO AL CAMBIO

Solo habían pasado unas doce horas cuando los olores propios de la putrefacción postmorten del cuerpo sin vida del inquilino del tercer piso habían terminado de alertar a los vecinos de que había un cadáver en el edificio.

La Policía descubrió que el buen Horacio había optado por beber un poderoso veneno para dejar de sufrir por un mal de amor. Esta historia nada tendría de llamativa de no ser porque el abandono sentimental se produjo cuatro años y medio atrás.

¿Por qué tantas personas como Horacio terminan con sus vidas, luego de que el juego del amor puso punto final, de modo inesperado, a un vínculo altamente apreciado? ¿Hace falta estar preparado para aceptar que el amor, muchas veces, pasa y se va? La clave está en el hecho de aceptar el cambio, que no es otra cosa que no oponerse al ritmo normal y acompasado con que se mueve el mundo en general.

Aceptar el cambio significa, para el mundo del psicoanálisis, acercarse a la salud mental y, a la vez, que nos instalemos en el ámbito de la madurez para vivir nuestros vínculos con una mayor expectativa de felicidad.

Llegar a este nivel de entendimiento de las relaciones humanas nos permite interiorizar con serenidad la idea de que si nos han dejado de amar ha sido simplemente porque el tiempo pasó y nuestro momento se fue.

Debemos crear el espacio para que, cumplido el tiempo del dolor y de la pena natural, podamos ir avanzando hacia la conformidad y a la serenidad, para que al poco tiempo de terminado el duelo nos encontremos listos para volver a caminar y, tal vez, para iniciar un nuevo vínculo de amor que nos llene de ilusión.

Si hay algo que realmente crea sufrimiento y dolor a los seres humanos es pretender una vida hedonista y narcisista alejada de los conceptos de cambio y de la desaparición de las pequeñas cosas de nuestras vidas.

Por eso tanta gente vive la vida como si a ellos jamás les fuera a pasar nada, se drogan, beben suicidamente y se arriesgan de mil maneras, como si en esos actos se reafirmaran frente a un imaginario observador a quien le dicen: "Ya ves, no me pasa nada, soy inmortal e indestructible".

Es así como maltratan a sus parejas, como si jamás pudieran ser abandonados, y violan la ley, como sí nunca llegaran a ser descubiertos.

Aceptar que la vida es cíclica y que todo cambia nos genera la comprensión de dos verdades extraordinarias. La primera, que las cosas que mueren, con el cambio, van seguidas de un renacimiento de algo nuevo y distinto.

La segunda es que la muerte es tan importante como la vida, porque gracias a ellas siempre estaremos ante la posibilidad de un nuevo amanecer.


 
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