FERNANDO MAESTRE

lunes, agosto 28, 2006

ACUERDATE DE QUE ERES MORTAL

Quiero decir a quienes me leen que yo fui uno de los grandes detractores de García, no tanto por su política aprista (de la que no conozco casi nada) sino por los rasgos de su personalidad, que me resultan inadecuados para gobernar un país. Pese a esto, en los últimos meses, sin cambiar mi opinión, decidí votar por él, y así lo hice, con algo de pena, sin mucha ilusión, pero sin taparme la nariz.

No pensemos que sus gestos habrán de pasar por sí solos. Algunos rasgos de personalidad pueden mejorar si es que las personas se lo dicen y de buena fe, sin sarcasmos ni agresividades, sobre todo hoy cuando está a punto de beber a grandes tragos el poder político, lo cual enferma a quien tiene ese carácter.

El narcisismo es una alteración de la personalidad que consiste en considerarse que se es poseedor de una superioridad sobre los demás y un poder sobre los que lo secundan. Los narcisistas no creen que ellos se equivocan, y, si reconocen sus defectos, saben muy bien que son poses de humildad para las tribunas. Hasta hoy, el flamante presidente no ha pedido perdón al Perú, sobre todo, por los desaciertos y sufrimiento que le trajo al pueblo peruano. Es probable que él tenga siempre una excusa que justifique sus desatinos.

El exhibicionismo es otra de las características que suelen tener muchos gobernantes. Poco a poco se convierten en actores que necesitan un continuo baño de popularidad, y cuando no lo tienen, sufren. Gestos que impresionan a la galería, como rezar en un estrado o dar balconazos frecuentes, son algunas muestras de aquello.
Los profesionales de la salud mental consideramos que la ética de la vida de las personas pasa por la capacidad de responsabilizarse por su prójimo, sin, con esto, dejar de realizar sus deseos ni inhibirse de sus auténticas aspiraciones. Que quiera ser gobernante me parece justísimo, pero que para lograrlo tenga que mentir, me parece realmente falto de valores. Achacar al contendor defectos que no tiene, inventar tachas o exagerarlas, sabiendo que al hacerlo desorienta y confunde a quienes no saben la verdad, no puede ser otra cosa que falta de ética.

Voté por García y no me arrepiento. Le agradezco que le dé la oportunidad a este país de seguir en la ruta del progreso, lejos de aspiraciones antidemocráticas, y al hacerlo me comprometo a colaborar y a empujar en todo lo que pueda para que el nuevo gobierno tenga éxito. Todos necesitamos fervientemente que estos cinco años sean los mejores.

Ni un día del año, el presidente debe dejar de pensar que "es mortal" ni que el "licor embriagante que da el poder" puede ahondar los rasgos de personalidad que nuestro nuevo futuro gobernante tiene. Por ello, al desearle los mejores éxitos, le hago llegar esta colaboración con un ánimo de que cuide su imagen y que transite, en lo posible, por la discreción y prudencia.

martes, agosto 22, 2006

MIEDO AL CAMBIO

Solo habían pasado unas doce horas cuando los olores propios de la putrefacción postmorten del cuerpo sin vida del inquilino del tercer piso habían terminado de alertar a los vecinos de que había un cadáver en el edificio.

La Policía descubrió que el buen Horacio había optado por beber un poderoso veneno para dejar de sufrir por un mal de amor. Esta historia nada tendría de llamativa de no ser porque el abandono sentimental se produjo cuatro años y medio atrás.

¿Por qué tantas personas como Horacio terminan con sus vidas, luego de que el juego del amor puso punto final, de modo inesperado, a un vínculo altamente apreciado? ¿Hace falta estar preparado para aceptar que el amor, muchas veces, pasa y se va? La clave está en el hecho de aceptar el cambio, que no es otra cosa que no oponerse al ritmo normal y acompasado con que se mueve el mundo en general.

Aceptar el cambio significa, para el mundo del psicoanálisis, acercarse a la salud mental y, a la vez, que nos instalemos en el ámbito de la madurez para vivir nuestros vínculos con una mayor expectativa de felicidad.

Llegar a este nivel de entendimiento de las relaciones humanas nos permite interiorizar con serenidad la idea de que si nos han dejado de amar ha sido simplemente porque el tiempo pasó y nuestro momento se fue.

Debemos crear el espacio para que, cumplido el tiempo del dolor y de la pena natural, podamos ir avanzando hacia la conformidad y a la serenidad, para que al poco tiempo de terminado el duelo nos encontremos listos para volver a caminar y, tal vez, para iniciar un nuevo vínculo de amor que nos llene de ilusión.

Si hay algo que realmente crea sufrimiento y dolor a los seres humanos es pretender una vida hedonista y narcisista alejada de los conceptos de cambio y de la desaparición de las pequeñas cosas de nuestras vidas.

Por eso tanta gente vive la vida como si a ellos jamás les fuera a pasar nada, se drogan, beben suicidamente y se arriesgan de mil maneras, como si en esos actos se reafirmaran frente a un imaginario observador a quien le dicen: "Ya ves, no me pasa nada, soy inmortal e indestructible".

Es así como maltratan a sus parejas, como si jamás pudieran ser abandonados, y violan la ley, como sí nunca llegaran a ser descubiertos.

Aceptar que la vida es cíclica y que todo cambia nos genera la comprensión de dos verdades extraordinarias. La primera, que las cosas que mueren, con el cambio, van seguidas de un renacimiento de algo nuevo y distinto.

La segunda es que la muerte es tan importante como la vida, porque gracias a ellas siempre estaremos ante la posibilidad de un nuevo amanecer.

miércoles, agosto 16, 2006

ME QUIERO CASAR...

Cada vez que salto de las fronteras de mi patria, encuentro nuevas sorpresas; algunas de ellas me preocupan, pero otras me hacen reír. Hace unos días leía en el diario El País de España que se estaba por discutir la propuesta parlamentaria de que cualquier persona que se declarara musulmán tenía derecho a casarse con más de una mujer y convivir con todas juntas. La ley, en caso de ser aprobada, autorizaría a los ciudadanos a presentarse a cualquier municipio con tres mujeres a las cuales quiera tomar por esposas.

No me quiero ni imaginar qué sucedería si esta ley llegara al Perú, donde somos de una idiosincrasia tan sacavueltera. Sería sencillo para un infiel comprender que le llegó del cielo la solución a sus problemas: "Me vuelvo musulmán y listo". Como en nuestro país hay libertad de credo, nadie tiene por qué objetar dicho transfuguismo espiritual.

Mi preocupación se basa en que en el Perú hay un sinnúmero de formas de triángulos sexuales que con el correr del tiempo se han convertido en formas firmemente afincadas en la sociedad. Lo queramos o no, ya existe una poligamia bamba y pirata que ahora, si es que una propuesta semejante llegara al Perú, téngase la seguridad de que no solo sería aceptada por los 'padres de la patria' sino también con una inmensa algarabía y beneplácito por todos los machistas que pululan en nuestra tierra.

En primer lugar, existen los pobrecitos que tienen una mujer estéril y que no pueden tener hijos. Ellos solucionan el problema al instante, pues se buscan a una vecina a la que, romance de por medio, la dejan embarazada. Ahora, este hombre casado ya tiene dos hogares; en uno vive con su mujer estéril, a quien por supuesto no le cuenta nada, pero diariamente visita a su 'hijito' y, de pasadita, también a la mamá del hijito.
Luego están los enamorados a muerte de una jovencita llena de encantos que gustosamente cambiarían por su cuarentona esposa, pero que no se atreven a hacerlo por varios motivos, tales como la culpa o porque su esposa se puede meter con otro. Por lo tanto, decide vivir la doble vida: por un lado con la chibola y, por el otro, cuidando su 'huerto' para que su mujer no mire a nadie.

Otro grupo de machistas peruanos que estaría feliz con la hipotética ley sería el de los soberbios e incultos narcisos que hicieron plata gracias a sus habilidades mercantiles y a los "nadie les puede impedir que puedan tener todas las mujeres que ellos quieren porque para eso es su plata".

Este ensayo imaginario, que Dios quiera que jamás llegue a nuestra patria, traería mil y un problemas que pocos advierten cegados por la lujuria de soñar que pueden acostarse todas las noches con tres mujeres (realmente no sé para qué) sin darle cuenta a nadie, sin culpa y sin reclamos. El problema vendrá cuando nos pongamos a pensar ¿cómo convivirán las tres mujeres juntas? ¿Qué pasará con los celos, con los hijos, con la envidia, con la plata, con la colita que tendrán que hacer para que les toque sexo esa noche? Por eso los curas tienen razón: "La familia está en crisis".

jueves, agosto 10, 2006

DETRACTORES DEL MATRIMONIO

Para nadie es novedad que el matrimonio está en crisis. El número de divorcios, las separaciones y la violencia de pareja vienen enturbiando el régimen de los casados, al punto de que más de un autor ha pensado que es mejor mantenerse soltero. Sostienen, basándose en una archiconocida frase, que "el matrimonio es la tumba del amor".

Esta fobia al matrimonio puede que tenga algo de realidad. Todo matrimonio es difícil de llevar y la adaptación a la pareja sigue siendo un reto que no es fácil de superar. Pero puede ser una exageración declararse enemigo de las uniones. Nosotros hemos encontrado que tres son las causas de los desastres familiares.

Los detractores piensan que con el matrimonio se pierde la libertad en los siguientes extremos. Primero, la libertad de desplazarse solo por la ciudad, de reunirse con sus amigos hasta altas horas de la noche y de hacer el amor libremente. Es cierto que al casarse uno promete fidelidad, pero no son ciertos los otros argumentos. Se ha visto que las parejas felices son aquellas que menos controlan a sus esposos, que menos les revisan los bolsillos para encontrar 'pruebas' de infidelidad. En conclusión, se puede afirmar que toda pareja debe darle libertad a su cónyuge y confiar en él.

La segunda causa es la angustia que tienen muchos hombres de renunciar a la vida liberal y al cambio de parejas, para lo cual optan por el engaño y la traición, práctica que muchas veces realizan por la mera necesidad de sentir que son capaces de mantenerse sexualmente libres y conquistadores. Esta tendencia obedece a la incapacidad de entender la monogamia, puesto que piensan que, con el matrimonio, ellos pierden la mitad de sus derechos y adquieren el doble de obligaciones. El error consiste en haberse casado sin tener claro el compromiso, confundiendo las pasiones con la dura carga que supone el amar.

La tercera causa está en el hecho de convencerse de que, con el tiempo, le perdieron el amor a la esposa o viceversa. La mayor parte de la población está convencida de que los sentimientos y los afectos son equivalentes a amar. Esto es un error. Cualquiera puede tener sentimientos muy intensos por personas que no ama, como compañeros de trabajo o estudio, o compañeras sexuales, pero saben que estos sentimientos (muchos de ellos eróticos) jamás los llevarían a formar un hogar. Cuando alguien confunde las sensaciones con el amor, se casa mucho antes de que realmente pueda surgir el amor.

Pese a que más de uno de mis lectores pueda pensar que el matrimonio es una institución cuya esencia no es la felicidad de los dos, sino la felicidad de los niños, aquel matrimonio sigue siendo un pilar fundamental de nuestra sociedad: la cuna de hombres y mujeres democráticos si es que sus padres comprendieron cuál era el sentido y el fin del matrimonio.

lunes, agosto 07, 2006

LA MADRE MUERTA

Para todo conocedor de psicoanálisis, el título de esta columna remite a uno de los conceptos más trascendentes de la obra del psicoanalista francés A. Green, quien definió a la 'madre muerta' no como si se tratara de la muerte biológica de la madre o como la ausencia física de una mujer que abandonó a los hijos. El concepto se refiere a una terrible situación que sufren los hijos cuando tienen que convivir con una mujer que ha perdido toda posibilidad de contacto afectivo con ellos, pues no los entiende, no entiende sus llantos y demandas, y cree que ellos están bien cuando en realidad sufren una soledad intensa aunque la madre esté físicamente presente.

Al referirnos a los temas de familia, solemos abundar con alusiones a la figura del padre a quien se le achaca, muchas veces con justísima razón, la responsabilidad del desorden y del caos de la familia, ya sea porque los abandonó o porque formó una familia paralela. Rara vez se tiene el valor de escudriñar las fallas que también tienen las madres en la tarea de criar hijos.

Se trata de un cuadro clínico que sufre la mujer que es madre y que se caracteriza porque tiene tres síntomas que se yuxtaponen. El primero es que padece una depresión constante, siempre está triste, lamentándose y llorando por alguna frustración. El segundo es su incapacidad de conectarse afectivamente con los miembros de la casa: sin interés en tener relaciones sexuales, con muy pocas manifestaciones afectivas hacia los hijos, pocos besos, pocos abrazos y pocas caricias. En tercer lugar tenemos la tendencia a aislarse y estar 'en las nubes'. Cuando reacciona, lo hace a gritos, con un consejo apurado.

El efecto en los hijos puede ser muy grave: desde cuadros depresivos mayores hasta episodios psicóticos donde lo que caracteriza la conducta del hijo es igualmente una desconexión con las personas amadas, un desinterés por su familia, la predilección de estar con amigos o de formar vínculos de pareja que, más que vínculos de amor, se vuelven vínculos de dependencia y de sometimiento a la pareja del momento.

Pero si hay una característica que se presenta con frecuencia es la tendencia a depender de todo tipo de 'droga'. Desde las clásicas -cocaína, marihuana o alcohol- hasta las otras: relaciones vinculares, como parejas, profesores, amigos, líderes religiosos o políticos, etc.

Habría que señalar que las personas que padecen este mal no tienen conciencia de lo que están sufriendo, por lo que jamás van a buscar ayuda profesional. Le toca al esposo, que es la parte más sana de la relación, actuar ni bien nota que su esposa está tratando a los hijos de la pareja con indiferencia o violencia, sin atender sus verdaderos reclamos. En tal caso tendrán que acudir juntos o él solo a pedir ayuda a un profesional. Solo así la madre se podrá rescatar y los hijos no adquirirán, por

martes, agosto 01, 2006

ADICTOS AL TRABAJO

Hace unos meses fui informado de la drástica reacción que tuvo una esposa, de un año de casada, cuando expulsó a su esposo de la casa porque su vida se había centrado en el trabajo y cada día estaba menos con ella y con su bebé recién nacido.

El caballero en cuestión era realmente un caso, pues trabajada 16 horas al día, dormía seis horas y el resto se la pasaba viajando de la casa al trabajo y, pese a las advertencias que le hacía su familia, él seguía considerando que era imprescindible el total control que tenía sobre su puesto de trabajo. Este tipo de problema no depende de la clase social únicamente, aunque se ha visto con mayor frecuencia entre la clase ejecutiva o empresarios.

Le puede suceder a cualquier tipo de persona que siente que, si no controla y resuelve todos los problemas que el trabajo le puede dar, entra en un cuadro de angustia, lo que lo lleva a no tener más cabeza ni pensamiento que para el trabajo y los problemas.

El cuadro clínico es el siguiente: la adicción empieza progresivamente y se inicia sintiendo que es muy feliz en su trabajo, a donde extraña volver cuantas veces puede. Luego, procura hacer visitas a su oficina los días domingo por pocas horas. Si se trata de un empleado, jamás reniega con el jefe, está siempre bien dispuesto a atender sus pedidos aunque esté sobrecargado de trabajo. Nunca está del todo relajado.

Conforme empeora la dependencia, va mostrando miedo a que lo boten o lo despidan por ineficiente. Al poco tiempo, va desarrollando una progresiva irritación de ánimo, no está contento en casa, reniega con los chicos, pierde el apetito, no desea hablar con nadie y la única actividad doméstica (aparte de atender el trabajo que lleva a casa) es dormir. Lo peor es que no tiene ninguna conciencia de lo que le está pasando. De esta manera, la esposa se habrá convertido en una casada sin marido, siempre sola, y, cuando él está, el tema de conversación es el trabajo y los problemas, pero jamás el hogar.

La sexualidad decae, aunque hay profesionales que han observado que, al comienzo de la enfermedad, la actividad sexual puede aumentar, pues son los únicos momentos donde el adicto descarga tensión. Luego de algunos años de peleas, reclamos y violencia sobre el tema, si la pareja subsiste, esta habrá quedado trastrocada por la indiferencia.

Aunque las causas se remontan a la niñez, el adicto, ya de adulto, mostrará una alteración grave de su amor propio y un marcado miedo al padre o a la autoridad.

Para tranquilizarse, siente la necesidad de competir siempre, hasta que descubre que la competencia es el camino para huir de la soledad, del vacío y del sinsentido de la vida. Por ello, crea en su mente una situación que lo persigue, y este persecutor es el trabajo, las exigencias, los horarios por cumplir y el pánico a la pobreza.

La solución a este problema es buscar siempre un tratamiento profesional mixto, usar psicofármacos y recibir psicoterapia, puesto que solo así logrará recuperarse y recuperar a su familia.


 
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